Inteligencia emocional: activo clave para el inversionista

June 16, 2021

El dinero no tiene emociones ni sentimientos, pero quien lo utiliza sí. Por ejemplo, tú no puedes asustar a tu cuenta bancaria ni a tus inversiones, ¡pero vaya que ellas sí pueden darte un buen susto!

Por eso vale la pena reflexionar en torno a una habilidad habitualmente ignorada por los inversionistas: la inteligencia emocional, concepto creado por Peter Salovey, profesor de Yale, y popularizado por Daniel Goleman, autor del libro Inteligencia Emocional (una joya que te recomendamos leer).

Ahora bien, ¿qué es la inteligencia emocional? En términos generales, la inteligencia emocional es la capacidad que tiene una persona de reconocer, interpretar, gestionar y aplicar sus emociones y sentimientos para optimizar su razonamiento y solucionar problemas.

Generalmente creemos que un buen inversionista debe tener más habilidades racionales que emocionales. Es decir, que sepa interpretar tendencias, analizar riesgos y realizar adecuadamente análisis técnicos y fundamentales, por mencionar sólo algunas.

Obviamente, ese tipo de habilidades ayudan mucho, pero el factor emocional no deja de ser muy importante. Si no lo crees, te compartimos una afirmación de Warren Buffett, citada en el libro Inversor Inteligente, de Benjamin Graham (otro buen libro, por cierto):

“Para invertir con éxito no se requiere un coeficiente intelectual estratosférico, conocimientos comerciales inusuales o información privilegiada. Lo que se necesita es un marco intelectual sólido para tomar decisiones y la capacidad de evitar que las emociones corroan el marco”.

Otro argumento que demuestra la relevancia de las emociones en las inversiones es la poderosa influencia que tienen en los mercados financieros la confianza (o desconfianza) y el optimismo (o pesimismo) de quienes participan en ellos.

Frecuentemente, basta una mínima señal de desconfianza o pesimismo (es decir, de sentimientos que provienen de una emoción, que en este caso es el miedo) para que las acciones de equis compañía se derrumben o para que equis mercado colapse.

Pero si todo esto aún no logra convencerte de que las emociones y los sentimientos son importantes al invertir, déjanos compartirte otra razón que tal vez sí lo haga: si no aprendes a gestionar tus emociones, puedes perder dinero, ¡y mucho!

¡Cuidado con estas 3 emociones!

La mayoría de las inversiones conllevan dos posibilidades: ganar o perder, cada una de ellas con el potencial de producir emociones que pueden hacerte perder mucho dinero. ¿Cuáles son? Aquí te compartimos las tres más comunes:

  • Miedo. Esta emoción puede motivarte a invertir en instrumentos “seguros”, en los que lo único seguro es que tu dinero perderá valor, sea porque te dan rendimientos mediocres o negativos en términos reales. El miedo también puede impulsarte a que te deshagas de un activo de manera precipitada y que luego adquiera un valor mucho mayor al que tenía cuando lo vendiste, un error que cometen con frecuencia muchos inversionistas.

  • Codicia. Alimentada por altas expectativas y un optimismo poco racional (pero muy emocional), la codicia puede persuadirte a que ignores tu tolerancia al riesgo y concentres tus inversiones en instrumentos extremadamente volátiles. Curiosamente, el inversionista que cede a su propia codicia, posteriormente pasa a la primera emoción: el miedo.

  • Arrogancia. Tal vez la más peligrosa de todas, porque perpetúa la ignorancia. La vanidad coarta el aprendizaje que todo inversionista debe tener. Un inversionista que cede a su vanidad difícilmente reconocerá sus errores, se empecinará en demostrar que no se ha equivocado y, paradójicamente, se hundirá cada vez más y más en el pantano de su necedad.

¿Cómo desarrollar la inteligencia emocional?

El desarrollo de la inteligencia emocional es un camino muy personal. Sin embargo, estos son algunos pasos esenciales para conseguirlo:

  1. Cuestiónate. El primer paso consiste en reconocer cuáles son tus motivaciones, fortalezas y debilidades, esto te permitirá tomar mejores decisiones en tiempos de incertidumbre, ya que, independientemente del contexto, tendrás claro cuáles son tus objetivos, de qué puedes sacar ventaja y qué aspectos o variables te rebasan.

  1. Acepta y regula. Te guste o no, las emociones no pueden desactivarse o anularse por arte de magia. Acepta abiertamente que existen y la gran influencia que tienen sobre tus decisiones, sobre todo en momentos apremiantes. Cuanto más rápido lo hagas, más sencillo te será identificarlas oportunamente y regularlas para tu beneficio.

  1. Crea una estrategia de inversión. Sin una estrategia de inversión, difícilmente podrás gestionar adecuadamente tus emociones en momentos difíciles. Obviamente, en dicha estrategia deberás considerar no sólo el factor racional, sino también, de nueva cuenta, cuáles son tus motivaciones, fortalezas y debilidades.

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